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Los niños “llaveros”

  • Foto del escritor: Lucia
    Lucia
  • 17 sept 2024
  • 2 Min. de lectura

En los últimos años, la manera en la que se entiende a los niños ha ido cambiando. La percepción de ellos como personas que piensan, sienten y se comunican de forma autónoma e independiente ha ido siendo cada vez más reconocida y comprendida por los adultos que les acompañan. Este cambio de paradigma ha permitido darle a los niños y niñas  mayores posibilidades de conocerse y diferenciarse de sus cuidadores principales. 


Sin embargo, en el apuro del día a día, pueden existir dinámicas que mantienen a los niños limitados en su autoconocimiento, autonomía e incluso de ejercer su infancia. Por ejemplo, vemos dinámicas donde los niños acompañan a los adultos a hacer actividades de adultos: “Vamos al banco, a hacer las compras y a recoger un encargo”. Se usan constantemente las pantallas para que estén distraídos, o también hay poca o nula anticipación para comunicar lo que va suceder en su entorno o en ellos mismos (a nivel corporal y emocional).  Ni que decir cuando los hermanos menores acompañan las actividades de los  mayores como simples expectadores.        


Así, se van formando dinámicas donde se le exige de diferentes formas al niño que se adapte a situaciones o contextos que no necesariamente son apropiados para estas edades. Esto puede implicar una limitación en las posibilidades que el niño tiene para ejercer su infancia, como hacer uso de los espacios para explorar sus destrezas y autonomía, tener una interacción cuidada con quien lo esté acompañando, reconocer su voz y pensamiento diferenciado de sus padres.   


Si bien, muchos niños pueden sobreadaptarse a esta dinámica de “llavero”, esto no significa que sea lo más saludable para sus procesos. De esta forma, hay situaciones que podrían evitarse o anticiparse como: pensar si el espacio al que iré con el niño está adaptado a sus necesidades emocionales o físicas, es decir, si va poder llorar o gritar, hacer ruidos mientras juega, va poder correr saltar, si el adulto va estar disponible para atender alguna necesidad que surja, cuánto tiempo va estar el niño expuesto a ese contexto, o si realmente es necesario llevarlo. 


Es obvio que existirán situaciones difíciles de evitar y probablemente se utilicen los recursos que se tengan a la mano o sean más accesibles para el adulto y esto es totalmente comprensible, pero, otra cosa es,  cuando esta dinámica de “niño llavero” se instala como parte de las rutinas diarias y simplemente esperamos que ellos nos acompañen sin considerar sus necesidades. Cuando se aburren, se cansan o nos expresan sus emociones más intensas es hora de observar si estamos dándonos cuenta de las necesidades propias de la infancia.


El entendimiento de estos procesos puede ayudar a transitar estas situaciones de manera más comprensiva y ligera. Así, poco a poco, se va transformando la mirada de las infancias, buscando un bienestar integral, reconociéndolos como personas y como parte de la comunidad.     


Psic. Lucia Rojas.


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